Las murallas de Viena se derribaron a ritmo de Strauss. En Valencia, al compás de festejos taurinos. Pero como el Ring —aun sin su grandeur—, el paseo de ronda que reemplazó los lienzos de la ciudad levantina se convirtió en una pujante arteria comercial. Bisagra entre el casco y el ensanche à la Cerdá, la calle de Colón es hoy una de las más activas, y a su oferta se suma ahora la tienda insignia de una joven marca de moda y accesorios, que ha buscado que el local elegido funcione como un soporte neutro que realce su colección.

Una retícula divide el establecimiento en nueve recintos iguales, y si bien estos quedan perfectamente definidos por las gruesas particiones, la apertura de grandes vanos en enfilade concatena las estancias en un conjunto fluido: un parti de reminiscencias palaciegas que se despliega en torno a una robusta escalera de microterrazo rojo, única nota de color en la austera intervención. La completan unos volumétricos expositores que ordenan las salas y un revestimiento de piedra local que enmarca las transiciones entre ellas, umbrales que uno flanquea sin saberse en espacios diferentes.