Un edificio vacío carece de vida. Si además es un espacio de más 32.000 metros cuadrados y está en un barrio del centro de una ciudad donde lo que sobran son carencias sociales, es una ruina. Eso es lo que sucedía con la antigua Fábrica de Tabacos de Madrid mientras esperaba convertirse en una gran instalación cultural dedicada a la imagen. Pero antes de eso, de los lujosos planes pensados desde no menos alfombrados despachos, pululaban a su alrededor vecinos con otra idea, más modesta pero más trascendente: la de transformar un cementerio en un espacio vivo...[+]