Metáfora construida que hace referencia directa al espacio reciclado, este edificio reutiliza 78 contenedores industriales y los emplea expresivamente a modo de cajas apiladas, haciendo de su crudeza virtud.

Para conservar el aspecto riguroso de los contenedores y dar cuenta de las exigencias climáticas, en la obra se han desarrollado una serie de elaborados sistemas constructivos. Las vigas metálicas visibles en el interior contrastan con los ásperos detalles tectónicos del exterior. Por su parte, la lógica de la estructura del conjunto se desafía por las juntas individuales, resultado de la distribución irregular de los contenedores.

Dada la autonomía estructural de los contenedores, todos los elementos funcionan como un marco autoportante. Esta especie de vagones, además, se pueden abrir o cerrar en cualquier dirección; y el peso liviano de los contenedores permite reutilizar la placa de cimentación preexistente. Estas prestaciones, propias de cada uno de los componentes considerados de forma individual, se demuestran en las diversas situaciones espaciales que se generan y que se integran en el conjunto de la estructura.

Sin embargo, la cuestión más reseñable de la granja es su ambición por convertirse en un edificio sostenible a través de varias estrategias complementarias: la mejora del aislamiento térmico; la utilización de una bomba geotérmica para abastecer de energía las instalaciones; la ventilación controlada que minimiza las pérdidas energéticas; y el empleo de productos locales de bambú para conformar el suelo y los muebles.